“Lo vi muy delgado. Le faltaba muy poco tiempo. Así que lo abracé y empecé a llorar. En ese momento él me dijo: ‘Ya, no llores cachetón. Allá te espero’. Le digo: ‘¿Allá con el Señor?’. ‘No te hagas el tonto: allá abajo’, me respondió”. (Seguir leyendo…)
Publicar un comentario